A lo largo de este plan pastoral hemos insistido en que el Proceso diocesano que hemos adoptado es la columna vertebral de nuestra actividad evangelizadora. Sin embargo, debemos reconocer que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia diversos caminos que conducen las personas hacia el mismo objetivo del encuentro con Cristo, en orden a la salvación.
Pero para velar por la autenticidad y eclesialidad de los movimientos apostólicos, hemos creado un ministerio para ellos, asumido por la Vicaría Episcopal para los Laicos y Familia, con el fin de acompañarlos e invitarlos a integrarse a la pastoral diocesana, para que asuman el espíritu de la nueva evangelización. Desde los comienzos de la actividad apostólica de los laicos se les ha pedido vivir en comunión con la Iglesia y sus pastores, para garantizar la verdad y autenticidad de sus carismas.
Dentro de las orientaciones del Papa Francisco en la Exhortación “Evangelii Gaudium”, queremos destacar su enseñanza sobre los carismas, cuando afirma: “El Espíritu Santo también enriquece a toda la Iglesia evangelizadora con distintos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia. No son un patrimonio cerrado, entregado a un grupo para que lo custodie; más bien son regalos del Espíritu integrados en el cuerpo eclesial, atraídos hacia el centro que es Cristo, desde donde se encauzan en un impulso evangelizador. Un signo claro de la autenticidad de un carisma es su eclesialidad, su capacidad para integrase armónicamente en la vida del Santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos… En la comunión, aunque duela, es donde un carisma se vuelve auténtica y misteriosamente fecundo.” (EG 130).
Convocar y acompañar a los movimientos apostólicos aceptados por la Iglesia, para que a partir de su identidad y su organización interna, puedan integrarse, con sentido de comunión eclesial, a la nueva evangelización.