La vida Consagrada es para la Iglesia Católica un regalo de Dios, porque está llamada a ser un signo divino en la tierra, de la vida futura. La Iglesia es una y el Espíritu Santo le da la unidad en la riqueza y diversidad de carismas. Todas las comunidades religiosas en nuestra Diócesis, viven su carisma de una manera digna, abnegada y ejemplar. Vemos en ellas la bondad de Dios para con nosotros. La Diócesis se enriquece y santifica con cada carisma.
Nos unimos para la iluminación doctrinal a unas palabras de San Juan Pablo II, dirigidas a las personas consagradas: “Pero es sobre todos a vosotros, hombres y mujeres consagrados, a quienes al final de esta exhortación dirijo mi llamada confiada: vivid plenamente vuestra entrega a Dios, para que no falte a este mundo un rayo de la divina belleza que ilumine el camino de la existencia humana. Los cristianos, inmersos en las ocupaciones y preocupaciones de este mundo, pero llamados también a la santidad, tienen necesidad de encontrar en vosotros, corazones purificados que ven a Dios en la fe, personas dóciles a la acción del Espíritu Santo que camina libremente en la fidelidad al carisma de la llamada y de la misión”. (VC 109).
“Bien sabéis que habéis emprendido un camino de conversión continua, de entrega exclusiva al amor de Dios y de los hermanos, para testimoniar cada vez con mayor esplendor la gracia que transfigura la existencia cristiana. El mundo y la Iglesia buscan auténticos testigos de Cristo. La vida consagrada es un don que Dios ofrece para que todos tengan ante sus ojos “lo único necesario” (cf. Lc. 10,42). La misión peculiar de la vida consagrada en la Iglesia y en el mundo es testimoniar a Cristo con la vida, con las obras y con las palabras.” (Ibídem).
Acompañar y promover la identidad, vivencia y misión de las distintas congregaciones religiosas que están presentes en la Diócesis de Pereira, para que fieles a sus carismas y dentro de los límites estructurales de cada comunidad, se acerquen más a la vida diocesana como columnas de la única Iglesia de Jesucristo, con miras a edificar el Reino de Dios.