"Para que Cristo esté en tu Corazón y en tus Labios"

Mensaje de Cuaresma 2018

Los Dos caminos recorridos

por la humanidad.

foto Monse

Amados Hermanos:

 

De nuevo el Señor nos permite contemplar su Pasión, Muerte y Resurrección. Esta gran celebración que denominamos Misterio Pascual, es la suprema acción salvífica de Dios en favor de la humanidad. El Padre Eterno envía a su propio Hijo para que por el misterio de la Encarnación, llegara a ser semejante a nosotros en todo, menos en el pecado. Jesús con su Muerte y Resurrección, nos arranca de las garras del pecado y de la muerte. Su Cuerpo crucificado y glorificado se convierte en un puente nuevo y vivo para comunicar a la humanidad con Dios. Jesús de Nazaret, Dios y Hombre es el único Salvador del mundo. Por Él, con Él y en Él, tenemos acceso a la plenitud del Reino de los cielos.

Sin embargo tenemos que ser absolutamente conscientes de una gran verdad: Dios no impone, sino que ofrece libremente al ser humano la salvación. Esto significa que en ningún momento Dios atropella o anula la libertad de sus hijos. Tenemos libertad para aceptar o rechazar la propuesta salvífica del Señor. El anhelo infinito del Señor es salvarnos, porque su amor y su misericordia son eternos. Apoyados en la Palabra de Dios, reflexionemos sobre los dos caminos recorridos por la humanidad con respecto a la aceptación o rechazo del plan salvífico de Dios.

En el Evangelio de San Lucas leemos lo siguiente: “Uno de los malhechores colgados le insultaba: ¿No eres tú el Cristo? ¡Pues sálvate a ti y a nosotros! Pero el otro le increpó: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio éste nada malo ha hecho”. Y decía “Jesús acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino”. Jesús le dijo: “Te lo aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc. 23,39-43).

Hermanos: En el momento decisivo de la crucifixión del Señor, próximo a terminar su vida mortal y a entregar su Espíritu en las manos del Padre, Cristo es testigo, en un instante, tanto de la más profunda miseria humana, como también de la grandeza de alma a la que pueden llegar los seres humanos iluminados por la fe y la esperanza. En estas dos actitudes, la del “buen ladrón” y la de su compañero, se resumen los caminos por donde ha transitado la humanidad entera a lo largo de los siglos.

De un lado, el primer personaje opta por la ira, el odio y la violencia como armas con las que él cree recuperar y defender su libertad y su vida. Y trata de retar al Señor para que en su condición de Cristo y Mesías, haga uso de su poder para salvar su vida y la vida de los dos que han sido crucificados con Él. Es la tentación de la humanidad a lo largo de los siglos, de recurrir a la violencia y al odio como instrumentos válidos para implantar en el mundo la justicia y la libertad. La verdad es que estos son métodos miserables de muerte y destrucción. Pero el Señor sabe muy bien que la redención y salvación del mundo, nacen del amor infinito que brota del corazón de Dios y que llega hasta nosotros en dones divinos como el perdón y la misericordia.

El otro camino es el del buen ladrón que recupera, a última hora, la lucidez original como ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios. Él reconoce que Sí es culpable y que merece ese castigo por sus crímenes. Pero al mismo tiempo descubre, y admira la bondad y la inocencia de Jesús de Nazaret a quien le pide que se acuerde de él cuando llegue a su Reino. Y efectivamente el Señor le concede, en ese último instante, la vida eterna en el Paraíso. Comprueba el buen ladrón que sus métodos violentos fueron inútiles, que en vez de darle libertad y vida, lo llevaron a la esclavitud y a la muerte.

Amados Hermanos: Cuánto tiempo llevamos en el mundo y en nuestra patria transitando por el camino de la injusticia, del odio, de la violencia, y de la muerte física y espiritual. Es tiempo de salir del culto idolátrico al dinero y al poder.

Volver a Dios como lo hizo el buen ladrón en el último instante de su vida, es un clamor urgente que nos hace Cristo crucificado. Recordemos el mensaje del Santo Padre Francisco, cuando nos pedía que diéramos el primer paso para la reconciliación con Dios y con nuestros hermanos, perdonado de verdad.

Finalmente debemos afirmar con dolor y con tristeza que en nuestra Patria y en nuestra Región, seguimos navegando en un mar inundado de corrupción organizada y enquistada en estructuras públicas y privadas; el narcotráfico, microtráfico y la minería ilegal, mueven inmensas cantidades de dinero, que seguirá siendo el combustible que alimenta la violencia, la destrucción y la muerte. ¿Cuándo empezaremos a tener un respiro en esta pasión tan prolongada? Cuando retornemos a Dios, fuente de la verdad, del perdón y de la paz verdadera.

“No teman, Yo he vencido al mundo, nos dice el Señor. Es Él la única fuerza y la única esperanza que nos permite salir de la tragedia. Que este tiempo sagrado de Cuaresma nos impulse a reiniciar un camino nuevo, apoyados en la fe, la esperanza y el amor. Arrepintámonos de verdad, como el buen ladrón del Evangelio y acudamos al Señor Crucificado para que nos purifique del pecado y nos haga dignos hijos de Dios.

Pereira, febrero de 2018

+Rigoberto Corredor Bermúdez

        Obispo de Pereira